La vendimia cuántica

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Esta semana participamos en un experimento que aúna la tradición de la vendimia y la física cuántica.
El experimento tuvo lugar en un pequeño pueblo de La Rioja.
Nuestro querido amigo Fernando Ocón Ascacíbar nos puso sobre aviso: «Vamos  reproducir los experimentos de Masaru Emoto,  pero en lugar de con agua…¡con vino!»
Ante tal invitación nadie en su sano juicio puede negarse. ¡Unir la tradición  con la vanguardia teórica!  ¡ La teoría de cuerdas con la bota de vino!   ¡La luz de la ciencia con la lucidez embriagadora del tinto! Algo así condensa  perfectamente el espíritu más audaz de la Universidad Rural.  No podíamos faltar. Y no lo hicimos.

Masaru Emoto realizó sus experimentos en Japón entre 2006 y 2008. Y concluía  que las palabras, oraciones, sonidos y pensamientos dirigidos hacia un volumen de agua influirían sobre la forma de los cristales de hielo obtenidos del mismo. Es decir, que nuestro pensamiento, que el observador, influye en la realidad y la transforma.  El agua que había «recibido» el pensamiento de un monje budista  meditando, por ejemplo,   cristalizaba de una manera «armoniosa», al contrario que una que tenía una etiqueta con la palabra «violencia». Era solo un experimento pero parece que la física teórica  avanzaba hacia la misma dirección

Emoto afirmaba :«El pensamiento humano, las palabras, la música, las etiquetas en los envases, influyen sobre el agua y ésta cambia absolutamente. Si el agua lo hace, nosotros que somos 70-80% agua deberíamos comportarnos igual. Debería Ud. aplicar mi teoría a su vida para mejorarla».

Mira este video que explica el Efecto de la Felicidad en el Agua  

¡Y el vino es 99% agua!  Así nació la idea del «OCOM DAY» donde cada año la Famila Ocón organiza una vendimia cooperativa y comunitaria  con amigos y amigas llegadas desde  muchas partes de España y del Mundo para  vendimiar  con alegría, entre risas y sin dinero de por medio. Es una fiesta en la que cada racimo de uva es vendimiado con cariño. Después se pisa la uva y se mete en la cuba. Allí  se llena de «etiquetas» con mensajes positivos  seguido de un pequeño ritual en el que quien quiere lanza un poema, un brindis, una canción, una meditación …para «transformar» esas  ignotas  y misteriosas partículas del mosto y convertirlas en un vino metafísicamente insuperable. —­ «La calidad de la uva y el manejo en la bodega es ya muy buena y tiene poco margen de mejora «—dice Fernando—  «pero si nuestro pensamiento transforma las partículas  e interviene en  la fermentación…este vino  será excepcional«—.   «Om Com» es el nombre de ese vino, presidido por el Om budista en la etiqueta.  Una pequeña bodega familiar  con una producción discreta que no estará a la venta y que  se repartirá entre  las participantes en el experimento , amigos, familiares y conocidos. —»El año que viene veremos los «efectos» del experimento en el caldo. Tanto en su calidad, sabor, olor…como en  lo que nos transmite al beberlo, lo que  provoca en nuestra actitud, en nuestro interior» — nos dice Fernando detrás de su gran sonrisa.

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Siendo honestas tenemos que decir que los experimentos de Emoto sufrieron grandes críticas desde la ortodoxia de la ciencia. Achacándole  deficiencias en el  método y en su pulcritud. No entraremos en esa discusión que siempre renace cuando se rozan las fronteras de un nuevo paradigma, de una nueva visión del mundo. Pero sí quiero dejar constancia de una cosa:  a mí no me parece una hipótesis  tan descabellada. En realidad la teoría de Emoto era compartida plenamente por mi abuela , y por muchas otras abuelas,  que no sabían nada de física cuántica,  pero que afirmaban rotundamente  (basándose en la observación y en la experiencia) que «una comida hecha con cariño y amor queda  siempre mucho más buena». Serán cosas de abuelas, digo yo, pero en la cosa del cocinar lo que dice mi abuela va a misa.

Después del «rito cuántico» la fiesta siguió toda la tarde  y toda la noche. Música en directo, comida, poemas, chistes, vino, fuego, bailes … Es posible que allí abajo, en el silencio de la bodega,  esas partículas del caldo misterioso siguieran  absorbiendo y transformándose. No lo sé. Lo que es seguro es que el experimento nos transformó a nosotras. Solo por eso ya es un gran experimento. Hemos trabajado, convivido y disfrutado  durante dos días con una actitud generosa, activa y cooperativa. Cosa que es bastante más difícil de ver que las partículas subatómicas esas del agua.
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Posiblemente haya  sido algo más que una fiesta , que  un encuentro . Algo así como una memoria  reencontrada  que nos trae la nostalgia  de un tiempo remoto. De cuando dirigíamos nuestros pasos y nuestros pensamientos hacia un mismo lugar. Puede ser, quién sabe.

Quizá era sólo esto: la nostalgia de la Tribu Perdida.

esta entrada fue escrita por Héctor Castrillejo

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